El ciclo
vegetativo anual que cada año recorre una cepa, en nuestro clima Mediterráneo,
pasa por diferentes fases y una de ellas es el lloro; después del reposo invernal, el lloro es la primera
manifestación de actividad de la vid.
Foto: DOP Campo de Borja
La planta llora
porque comienza a salir de su reposo invernal, comenzando por la subida de
temperatura de la tierra. Normalmente, cuando la tierra supera los 10 grados ya se acerca la primavera, y
esta subida de temperatura comienza a activar el sistema radicular de la planta
debido a la activación de la respiración celular, una recuperación de la
absorción de agua y de elementos minerales y también por la movilización de las reservas de la
propia planta. La conducción de este lloro se realiza por el fenómeno osmótico
provocando el movimiento ascendente de la savia, por presión radicular. Este es
el comienzo del lloro, básicamente la vid despierta de su letargo invernal y lo
hace renovándose por dentro.
Este lloro fluye por las heridas y los
cortes de la poda y la cantidad derramada, que además tiene siempre un
pequeño contenido de materia seca, que está entre 1 y 2 g/l, puede llegar hasta
los cinco litros por cepa, pero
siempre dependiendo de los anteriores condicionantes, y es más rico en compuestos
orgánicos que en minerales, lo que prueba la movilización de las reservas de la
planta.
Foto: Bodega Vega Moragona
En general,
este lloro no debilita a las cepas,
salvo en casos excepcionales, como el lloro muy continuado y abundante en
caso de repodas, que pueden ocasionar el aumento de la sensibilidad a las
heladas primaverales de las yemas rehidratadas por este lloro y además puede
dificultar la formación del callo de soldadura en los injertos de campo, y por
esto es aconsejable orientar siempre los cortes de la poda para que el lloro caiga sobre las yemas más próximas y descabezar el patrón varios días antes de
realizar el injerto.
Los lloros cesan al recubrirse los cortes de la
poda con unas sustancias gomosas producidas por unas bacterias que viven sobre
el derrame y en las sales disueltas en el lloro cuando se evapora, obturando
de este modo los vasos leñosos.
El lloro no se origina por la poda tardía, se
origina por la actividad fisiológica de la planta. Si en febrero la media de
las temperaturas supera los 10ºC seguro que llora la planta al podarla, y si en
mayo no han superado esa media las temperaturas seguro que no llora.
En Febrero puede ocurrir que las altas temperaturas del día precipitan el lloro, que se congela por las bajas temperaturas de la mañana
La circulación de la savia la activa la
temperatura, no la poda.
Y teniendo esto en cuenta, este fenómeno también depende esencialmente del
portainjerto, o de la variedad de Vitis
vinifera, y de las temperaturas del suelo, comenzando habitualmente cuando
esta se eleva sobre unos 10ºC, variando este límite con la variedad de uva; la Vitis riparia no comienza el lloro hasta
los 12 ºC, y la Vitis verlandieri lo
retrasa hasta que la tierra alcanza los 14ºC. La rapidez de este fenómeno
depende de las variaciones de las temperaturas del suelo, de las condiciones de
humedad del mismo y del vigor de la planta.
En inviernos
secos este fenómeno es escaso y en casos extremos pasa inadvertido pues el lloro es mínimo; sin embargo en terrenos salinos no se produce más aunque la humedad
sea abundante.
Así que, si ven ustedes
llorar a la viña, sepan que es una alegría pues su trabajo para producir vino ha comenzado.Fuente: Revista digital Grada