La fase de formación del viñedo consiste
en el establecimiento de la estructura permanente de las cepas y la correcta
implantación de las mismas en el terreno. La fase de implantación y formación
del viñedo reviste una gran importancia
porque, por un lado, es un periodo improductivo lleno de costes que hay que
tratar de acortar al máximo y, en segundo lugar, porque del manejo aplicado en
esta fase inicial dependerá el comportamiento de la vida total de nuestra
plantación.
Hay que tener en cuenta una serie de consideraciones previas generales:
·
Nos
interesa formar un viñedo homogéneo en el menor tiempo posible
(financiación y costes del periodo improductivo).
·
Debemos
trabajar para envigorizar (crecimiento rápido) por igual (colonización del
suelo) las cepas durante este período.
·
Es
una etapa crítica que condicionará definitivamente el comportamiento del viñedo
durante toda su vida útil (homogeneidad de vigor, geometría, mecanización,
etc.).
·
Es
importante que la planta destine sus fuerzas a la formación sólo de esos brotes
y, por ello, suprimiremos precozmente los innecesarios antes de desperdiciar
una mayor inversión y gasto realizados por el plantón. Los mejores se
seleccionan y guían siguiendo una estructura proyectada y adquirirán la forma
permanente que les demos (casi irreversible).
·
Principalmente
queremos formar:
·
sistemas
de poda en cabeza.
·
sistemas
de poda en cordón.
·
La
periodicidad de la labor manual de formación puede requerir trabajar las
plantas cada 7-15 días en función de la velocidad de crecimiento.
Podrían adoptarse dos estrategias en la
fase de formación; una acelerada
intensiva y otra tradicional más
lenta. La estrategia acelerada intensiva es muy exigente en insumos y mano de
obra requiriendo unas condiciones del medio óptimas que no siempre se dan. La
estrategia de formación intensiva, difiere de la tradicional buscando reducir
el periodo improductivo por medio de las herramientas y del contexto que ofrece
la viticultura moderna. Para ello, se busca acelerar al máximo desde el
principio el crecimiento sólo de los órganos de interés de las jóvenes plantas
que formarán las estructuras permanentes de las cepas. Las altas exigencias se
concretan en forma de fertilización, preparación del terreno e irrigación y de
mano de obra especializada no muy puntual pero sí reiterada, constante y progresiva
durante todo el periodo vegetativo, que se pretende que sea de crecimiento
continuo (Jackson, 1998). El vigor conferido y el crecimiento continuo tratarán
de canalizarse a través de brotaciones anticipadas de las yemas laterales
seccionadas y fomentadas por medio de despuntes. De otro modo esto se
realizaría anualmente con la poda en seco.
Ø
Formación genérica del tronco
Ésta es una primera fase común que comprende desde el
momento en el que se realiza la plantación de las jóvenes cepas, hasta el
momento en el que se alcanza la altura definitiva a la que se insertarán los
elementos productivos (pulgares o varas) o bien, que se requiera una
bifurcación o subdivisión de la estructura permanente de la cepa. Esta fase, en
principio, ocupa el año de la plantación y habitualmente también el siguiente.
Las actuales circunstancias empresariales globales, en las
que todo cambia muy rápido, alcanzan también a la viticultura. Por ello, se
busca recuperar la inversión cuanto antes, reduciendo los periodos
improductivos al máximo. Por otro lado, se da la realidad de que el contexto de
la viticultura es cambiante, enfrentándonos a condiciones que frecuentemente
permiten un mayor potencial vegetativo que de manera clásica (material vegetal,
terrenos más fértiles, fertilización, irrigación, maquinaria de preparación del
suelo…). Ambos hechos nos invitan a tratar de acometer esta fase de formación
de un modo más rápido, siempre y cuando se den las condiciones necesarias y se
actúe con previsión y criterio (Arranz et al., 2003). De cualquier modo,
siempre los limitantes principales serán la suficiente disponibilidad continua
e intensiva de mano de obra y el vigor e implantación de las jóvenes cepas. En
el caso de que no se cuente adecuadamente con ambas condiciones se acometerá esta
fase de una manera más pausada y gradual (Winkler et al., 1974).
v Estrategia
acelerada intensiva
En el mismo año de la plantación, tan pronto como se supere
el periodo de heladas, se selecciona el brote más vigoroso, mejor dirigido y
cercano a la madera vieja, eliminando precozmente todos los demás antes de que
la planta invierta más energía en su crecimiento.
Se vuelve a colocar el tubo
tutor. Intentar respetar la zona de inserción de alguno de los brotes
inferiores eliminados para conservar al menos otra yema de seguridad por si se
malograse por entero el brote conservado.
En el caso de que por falta de mano de obra o por escasez
de vigor no se pueda acometer la labor de selección del brote más vigoroso y
central muy tempranamente, se dejará crecer libremente la planta durante el
primer año (Yuste et al., 2005). Antes que realizar la selección de
brotes tardíamente cuando ya se están desarrollando bien, es preferible no
tratar de acometer el proceso acelerado de formación y seguir los tiempos
tradicionales. Si se hace tarde se estará castigando a la planta con una
eliminación súbita y grande de superficie foliar con el consiguiente derroche
de sus reservas invertidas.
·
Cada
7-14 días se repasará el viñedo en formación eliminando rutinariamente las
yemas y brotes laterales incipientes innecesarios. Al mismo tiempo se entutora,
guía y ata buscando siempre un ÚNICO ÁPICE DOMINANTE TRONCAL (VERTICAL). Se
insiste en la condición irrenunciable de poder disponer de mano de obra
suficiente como para realizar repases de guiado y selección unas 3-4 veces al
mes en el caso de que se quiera acometer la formación acelerada. Si no, se
realizará del modo tradicional más pausado antes que actuar en verde
tardíamente.
·
Cuando
se rebase unos 30 cm. la altura buscada del tronco, se pinzará el ápice para
detener su elongación y concentrar el crecimiento en la longitud respetada,
fomentando además una homogénea emisión de laterales. El objeto de despuntar
más lejos de la altura deseada se debe a que, a dicha altura, el brote tenga un
grosor adecuado y no tan fino como en el extremo despuntado en este momento.
·
El
formar el tronco antes o después dependerá de si hemos sido capaces de
envigorizar precozmente el viñedo lo suficiente. En el caso de que tras el
primer año no se haya conseguido una homogeneidad suficiente de troncos de buen
vigor se volverá a dejar las cepas a 2 ó 3 yemas. Podadas de este modo, se
reinicia el proceso al año siguiente con las cepas más establecidas,
seleccionando de nuevo muy tempranamente el brote más vigoroso, mejor situado y
más cercano a la madera vieja.
·
Durante
las operaciones de poda, atado y guiado primaverales es necesario limpiar las
yemas de los nudos del tronco para evitar que generen brotes en el futuro. No
obstante, podría ser adecuado respetar incluso 2 yemas (en la base y parte
superior del tronco) como medida de seguridad para poder usarlas en la posible
reformación futura del tronco o brazos por causa de plagas, enfermedades,
accidentes o necesidad de rejuvenecimiento de la estructura permanente.
v Estrategia
tradicional
En el caso de que no sea previsible vigorizar
suficientemente los plantones desde el primer año se dejarán crecer libremente
(Departamento de Viticultura. Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León,
2004a y 2004b).
No obstante, incluso en este caso, puede preferirse
entubarlos para dotarles de cierta protección frente a roedores, plagas,
granizo, heladas…
Antes de la siguiente brotación (invierno-primavera), si
efectivamente han desarrollado poco vigor, pero con la cepa más establecida, se
podará el plantón a 2 yemas dejando sólo el pulgar más vigoroso vertical y
cercano a la madera vieja.
En cuanto se supere el periodo de heladas se
seleccionará el brote más vigoroso y vertical atándolo adecuadamente al tutor.
Durante el crecimiento se repasará reatando y guiando el brote que formará el
tronco y se eliminarán todos los chupones o laterales que generan competencia y
dificultan alcanzar la altura deseada de formación. Esto se realizará cuando el
brote principal haya alcanzado unos 40 cm. (Winkler et al., 1974).
En el invierno o primavera siguientes se iniciará la
siguiente fase de formación podando justo por encima de la altura deseada de
formación respetando el último entrenudo para usarlo como zona de atado. Han de
limpiarse las yemas del tronco para evitar que emitan chupones. Podría dejarse
una arriba y otra abajo a modo de seguridad en caso de reformación.
Por las ventajas adicionales que presentan los tubos frente
a los tutores, cables y cuerdas, son generalmente recomendables siempre y
cuando no provoquen un calentamiento excesivo de la planta en el interior.
Preferiblemente serán de color claro, con algo de ventilación, desmontables y
cerca de la altura del tronco perseguida.
Fuente:
Pérez Recio, G. (2009), "Operaciones manuales en viñedo". Servicio de Formación Agraria e Iniciativas. Junta de Castilla y León